¿Empezaste el lunes… y fallaste el lunes?… ¿otra vez?
Podemos hablar de las maravillas que haremos con nuestra diciplina y nuestras “ganas” el próximo lunes y luego vamos y nos desayunamos una torta de tamal de rajas con bastante crema y un champurrrado. Y es que las tentaciones son muchas y constantes, y vienen envueltas (en hojas de maíz y) momentos sociales tan agradables y necesarios; como es el desayuno calientito con los compañeros de oficina, hablando de lo horrible que está el clima y lo desagradable que es volver a trabajar después de disfrutar tanto (y a la vez tan poco) del fin de semana.
¡Calma tus remordimientos! ¡todo tiene una explicación!
Esta situación es parte de lo que llamamos Tendencias dietantes; que básicamente es una serie de comportamientos que nos llevan a pasar de una dieta a otra, normalmente cambiando entre dos extremos:
- Un apego impresionante a todas las pautas de alimentación correcta: no comer huevos porque están llenos de colesterol, comer claras de huevo porque esas son pura proteína, no comer carne roja porque porque es la mala del cuento, pero en realidad tampoco pan porque ese es el verdadero malo del cuento (después de todo los humanos de la prehistoria no comían pan), comer más pan porque finalmente ¿Qué quiere vivir como humano prehistorico?
- Mandar todo a volar: Algo se atraviesa y entonces es mejor comer rico porque el día fue malo, porque ya me lo gané, porque de algo me he de morir y porque simplemente no puedo con tanta cosa.
¿Te suena familiar? No hay problema. Tiene una solución.
Que por supuesto incluye mucho trabajo personal y apoyo en especialistas, pero… hay cosas que puedes empezar a hacer desde hoy. No necesitas cambiar todo de un solo golpe. De hecho, eso es lo primero que hay que hacer… o más bien, lo primero que hay que dejar de hacer.
Los domingos en la noche, cuando estamos muy motivados es normal que querramos lograrlo todo en un día, pero esto no es posible y mucho menos es sostenible (puedes ver tu experiencia propia para confirmarlo). Tenemos altas expectativas sobre nosotros mismos, pero una perspectiva más amable podría resultar más efectiva.
Shakespeare decía: “Nuestros cuerpos son jardines, para los que nuestra voluntad son jardineros”.
Regar una planta con toda el agua que necesitará en el mes, normalmente no resulta bien. Es necesario darle un poco de agua cada día y conforme avance el tiempo y crezca, revisar sus hojas y cambiar su tierra. Lo mismo pasa en nuestro cerebro si le damos todos los cambios de golpe.
Empieza con una cosa; puede ser un momento o una regla general.
Podrías, por ejemplo desayunar antes de salir de casa, y de esta manera empezar el día con una comida dónde todos los ingredientes son decisión tuya y no está (tan) expuesta a antojos de compañeros de oficina o juntas de emergencia.
O, podrías ponerte una regla e intentar cumplirla en todas tus comidas: comer sólo hasta el sentirme con 80% de satisfacción, incluir verduras en todas mis comidas, comer máximo 2 cosas que vengan de un paquete al día.
Ya que tengas unos días con esta práctica y se empiece a sentir natural, entonces agrega otra, verás que es más fácil porque se apoya sobre los logros de los días anteriores, en lugar de intentar sostenerse sola o contra el estrés y la culpa de haber fallado otra cosa (me siento culpable por desayunar mi torta de tamal, entonces cuando alguien me dice “Te ves triste. vamos por unos taquitos”, suena muy atractivo).
La diciplina no es que sea fácil hacer lo que tenemos que hacer. La diciplina es hacerlo aún cuando es difícil. Pero eso no quiere decir que tengas que complicarte las cosas más allá de lo necesario.
Julio Uriega
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